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Marxismo Salvaje – 26-10-2016

Escrito por el 28 de octubre de 2016

Miércoles 20:00 – 21:00 hs – Marxismo Salvaje
EDITORIAL: ¿Tienen olor los pedos de Marx? Contra la sacralización de textos, personajes y episodios históricos, afirmamos la crítica de la religión como premisa de toda crítica y el diálogo entre tendencias diversas a partir de lo común como premisa para la unificación internacional de la izquierda. CONVERSACIONES: Inauguramos la serie de programas mensuales dedicados conversar y debatir sobre alguna temática especial. En este caso, hablamos del zapatismo con Alejandra Grego (Red de Solidaridad con Chiapas), Edén Bastida Kullick (Asamblea de Mexicanxs en Argentina) y Fernando Gargano. Escuchamos a Jefferson Airplane, sentamos el diálogo sobre colchones de música zapatista y le dimos franco a Harry Belafonte. Repetición: Viernes 16Hs
Escuchar: http://audios.lacolectiva.org.ar/MaS-2016-10-26.lite.mp3
 
 
Dogmatismo
 
¿Tenían olor los pedos de Marx?
 
Las distintas vertientes de la izquierda suelen abroquelarse detrás de alguna figura heroica, cuya infalibilidad es a prueba de experiencias. Mejor dicho, cada corriente blinda a su héroe para evitar que le entren las protestas de la experiencia. Toda crítica es considerada de “mala leche” y es atribuida a las cualidades personales de quien enuncia la crítica. Así, los críticos somos “pequeñoburgueses”, “traidores”, “oportunistas”, “individualistas”, “descompuestos”… La lista de adjetivos que se le adosan al crítico en cuestión sirve para mellar el filo de la crítica.
 
De este modo, las figuras heroicas de cada corriente de la izquierda se convierten en una mezcla de próceres salidos de los libros de lectura de la escuela, de santos salidos de las estampitas de alguna iglesia y de superhéroes salidos de algún comic de Marvel. El héroe tiene siempre una conducta ejemplar. Nunca se equivoca. Su vida es una cadena ininterrumpida de éxitos y su muerte sólo sirve para inaugurar el aura legendaria que chisporrotea ante nuestros ojos cuando leemos (o escribimos) «Como dijo el héroe….». Esa infalibilidad se traslada desde el héroe hasta la organización que fundó. Por eso el Partido es tan infalible como su fundador.
 
Aldo Rico, a quien no puede atribuírsele militancia de izquierda alguna, expresó con precisión la actitud que suele prevalecer en los partidos con su conocida frase: “La duda es la jactancia de los intelectuales.” Tener dudas acerca de la línea política de la organización es visto como un vicio de intelectual (y, como es sabido, los intelectuales son pequeñoburgueses). Los partidos son organizaciones dedicadas a la lucha. La dudas y las críticas desmoralizan a los combatientes; por eso, en el límite, son consideradas signos preclaros de traición.
 
Por supuesto, hay factores externos a la organización que explican en parte el método adoptado. Vivimos un período histórico marcado por grandes derrotas de la clase trabajadora. El socialismo es visto, en el mejor de los casos, como una utopía imposible. Las luchas de nuestra época son mayoritariamente defensivas y fragmentarias. Este ambiente hostil inclina a los partidos a replegarse sobre sí mismos y a desarrollar conductas como las que acabamos de describir.
 
Sin embargo, también hay factores internos. El rechazo de las críticas y la confianza en los héroes fundadores contribuyen a reforzar la autoridad de la dirección de cada organización. De modo que las direcciones refuerzan en todo momento las historias míticas. Así, cada fragmento de la izquierda reivindica una historia convertida en mito, que sirve para aglutinar a los militantes en torno a la dirección. Por ejemplo, la Revolución Rusa de 1917 es transformada en una historia edificante, donde hay héroes (Lenin, Trotsky, etc.) y villanos (Stalin). Si la historia termina mal, es producto de la traición de algún personaje, y se acabó la cuestión.
 
La defensa del héroe fundador, de las historias míticas y de las direcciones actuales contribuye a fortalecer la fragmentación en que se encuentra sumida la izquierda. El cierre sobre sí mismo de cada fragmento se traslada a las políticas y a los métodos organizativos. Cada organización considera que tiene la verdad revelada en lo que hace a línea política y al método para construir organización. Es por eso que se muestran renuentes a encarar acciones conjuntas con otras organizaciones. En rigor, cada grupo está convencido de que es EL partido de la revolución y por eso dedica buena parte de su tiempo a discutir con los otros grupos, para agrandar las diferencias que los separan y así fortalecer su identidad como organización.
 
El cuadro esbozado aquí admite matices. Muchos militantes de distintas organizaciones se encuentran en las luchas cotidianas y en la calle no hay diferencias entre unos y otros. También muchos compañeros son conscientes de la necesidad de unirse para enfrentar a un enemigo cada vez más decidido a avanzar sobre las conquistas del movimiento obrero. Pero todos estamos acostumbrados a pensar que la fragmentación y la desconfianza son el estado natural de la izquierda. Todos tenemos hábitos que tienen que ser desterrados para lograr que las luchas sean eficaces.
 
Nadie tiene soluciones mágicas que den respuesta a problemas ya muy antiguos. Pero sí se puede partir de la constatación de ciertos hechos indiscutibles para comenzar a andar un camino diferente.
 
En primer lugar, el capitalismo es un sistema basado en la explotación de los trabajadores por la burguesía, a partir de la propiedad privada de los medios de producción. El Estado, lejos de representar a toda la sociedad, es una relación social al servicio del conjunto de la clase capitalista.
 
En segundo lugar, la clase trabajadora es la única con la capacidad suficiente para desafiar la dominación capitalista. Esta capacidad no brota de ninguna mítica “necesidad histórica”. Se deriva, sencillamente, del hecho de que las productoras y productores sociales somos quienes creamos toda la riqueza de la sociedad.
 
Reconocer los dos hechos mencionados no basta para unir a la izquierda ni para garantizar el triunfo de la revolución. Sirve, en cambio, para indicar un punto de partida, un lugar clave en el que estamos parados. Fuera de eso, ningún grupo tiene la verdad revelada ni nada que se le parezca. A despecho de lo que dice la historia mítica de cada grupo, la historia de las organizaciones de izquierda es una larga sucesión de derrotas.
 
Reconocer que nadie tiene la verdad revelada es la condición previa para el diálogo de corrientes diferentes. La crítica de la religión debe ser la premisa de toda crítica. Y el diálogo entre diversas tendencias resulta indispensable para unir esfuerzos y poder iniciar el largo camino de la unificación. Hay que tener claro que los monólogos espantan a los no militantes y le hacen el caldo gordo al enemigo.
 
Los pedos de Marx tenían olor. Porque Marx era una persona de carne y hueso, que metía la pata como cualquier hijo de vecino.
 
Las estatuas y los mitos son para los burócratas y los sacerdotes, no para quienes pretendemos derribar a la sociedad capitalista y conquistar la emancipación humana.

  Marxismo Salvaje,26/10/2016


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