El algarrobo de Andalgalá
Escrito por La Colectiva Radio el 29 de enero de 2010
tu sombra nos hacía techo,
tus raíces nos gritaban
donde estaba nuestro suelo.
Anónimo
La convocatoria se realizó alrededor de la defensa “de nuestro santuario de la naturaleza, nuestra tierra, el agua, el aire y la biodiversidad…juntos para cambiar la historia”. Así se podía leer en el volante fotocopiado a fuerza de voluntades y distribuido de la misma manera.
En esta ciudad de veinte mil habitantes, donde prácticamente todos los medios de comunicación son directamente de las mineras o están subordinados a ellas, haber logrado duplicar en pocos días la presencia de la marcha anterior, ha sido para los autoconvocados un fuerte estímulo.
El algarrobo
Chaquiago. Al acercarse al recodo del camino ya las banderas que cuelgan del alambrado anticipan la asamblea. No bien se pega la vuelta y se encara para El Potrero, a mano izquierda un algarrobo marca su territorio con sombra, en un enorme círculo. Dentro de ese círculo se ha instalado la asamblea a la cual el árbol, además de la sombra le presta su nombre.
El predio es de uno de los autoconvocados y hasta allí les hace llegar luz. Alguien llevó una garrafa y hornallas, tabla, caballetes, una mesa pequeña con su mantel, sillas variopintas y hasta una heladera. Con cuarenta grados a la hora de la siesta, no queda claro si el peor es ese horario de guardia o el que arranca a las 12 de la noche. Los vecinos se anotan y van rotando, cubriendo así las veinticuatro horas.
Una enorme bandera argentina prendida en dos palos largos atraviesa la ruta a modo de barrera.
Más allá de no querer llamarlo corte para evitar fáciles represalias legales, en la práctica no es un corte. Si lo fuera, explican todas las voces, “El Potrero quedaría aislado y eso no lo vamos a hacer”.
El objetivo es impedir la instalación de Agua Rica, a diecisiete Km. en línea recta, una mina a cielo abierto que describen como una amenaza. El proyecto es tres veces más grande que La Alumbrera. La bandera argentina baja sólo para impedir el paso de los vehículos con insumos para la empresa, o el de funcionarios o jerarcas mineros.
Para los vecinos, Agua Rica es el primer paso para la desaparición de la ciudad. Entienden que si permiten su instalación luego vendrá fácilmente el siguiente proyecto del cual se han enterado hace poco más de un mes. Figura en los registros como Pilciao 16 y comprende el ejido de la ciudad concedido para su exploración a Billiton Argentina BV, desde 2005.
Una vez notificados, la reacción no se hizo esperar. Aldo explica porqué están en la ruta: “El detonante fue el Pilciao 16, ahí nace la idea esta de que estamos en peligro total. Siempre estamos buscando información y justo nos tocó encontrarnos con ese expediente que fue tremendo, saber que estaba cateado, explorado y próximo a explotación…Entonces dijimos, no va más. Agua Rica es el primero de los que tenemos encima del pueblo. Alumbrera está a ochenta Km. y nos está haciendo un daño tremendo desde hace trece años…Agua Rica está al frente de nuestras casas y si funcionara sería como tener el tanque de agua de nuestras casas con veneno”.
Los vecinos autoconvocados han dicho no va más.
La bolsa y la vida
La canadiense Yamana Gold podría haberle evitado al pueblo de Andalgalá la ironía de llamarse “agua rica”, pero la empresa con explotaciones en México, Centro América, Brasil, evidentemente no se priva de nada.
En el departamento de Andalgalá, según el padrón de minas del año 2009, de las ciento ochenta y tres vigentes, Yamana ha sido bendecida con ochenta y cuatro concesiones, algunas desde 2003. Estos años los ha ocupado la empresa en tejer redes entregando dádivas a algunos emprendimientos particulares y sobre todo, haciéndose cargo de algunas de las obligaciones del Estado andalgalense, como la estación meteorológica o muebles para escuelas y bibliotecas. Y promete. Promete tanto como su antecedente inmediato, La Alumbrera.
A pesar de sus esfuerzos, la licencia social se avizora lejana.
Es que la experiencia de La Alumbrera ha marcado al pueblo. “Con Minera Alumbrera nosotros llevamos ya doce años de mala experiencia. Ellos entraron como dueños de casa a nuestro pueblo, con el permiso de las autoridades, en donde tampoco se hicieron audiencias públicas ni consulta popular para ver si la gente quería o no la explotación minera. Llegaron con enormes promesas como ser seis mil puestos de trabajo, el desarrollo de un hospital de alta complejidad, la llegada del ferrocarril de nuevo a la ciudad, la construcción de rutas que nos iban a unir con otros pueblos y provincias…Prácticamente ya en el cierre de la mina, nada de esto ha ocurrido, con el agravante que nos están dejando un enorme pasivo ambiental que ya ha incidido en la salud de la gente de Andalgalá. Casos muy concretos, tenemos una incidencia del 2500% en cáncer de huesos, mas del 800% en otros tipos de cáncer y otras enfermedades que no se conocían en los índices que se conocen hoy…” Esto lo explica Sergio Martínez, otro de los vecinos de la Asamblea y se apoya en el ordenamiento de las estadísticas que vienen desarrollando cuatro médicos del pueblo. El hospital pasó por momentos en los que no tenía ni para la nafta de la ambulancia y la única incorporación técnica que ha sumado es un mamógrafo que funciona deficientemente.
Pero aún cuando hubiera cumplido con sus promesas, estos vecinos afirman que nada cubre la destrucción que generan las mineras. En este sentido Martínez es contundente: “Estas empresas se tendrán que ir porque no podemos sostener nosotros el derroche humano de los países ricos del norte con nuestras enfermedades y con nuestras miserias y con nuestro pasivo ambiental”.
Todas las voces
A María Inés Rueda sólo le faltó persignarse cuando le nombramos a La Alumbrera. Heredera de un tátara-tátara abuelo llegado a Santa María entre los conquistadores (el hombre terminó siendo conquistado por el paisaje y por una mujer de estas tierras), recuerda que desde siempre allí se han plantado duraznos. La Alumbrera prometió, para alegría de su familia, canales de riego. Y en este caso cumplió, desgraciadamente. María Inés afirma que la zona regada por esos canales, desde hace siete años produce duraznos que mueren en la planta pequeños y negros.
Un taxista que trabajó como chofer de camiones en La Alumbrera durante cuatro años, fue testigo de la rotura del dique de cola y de cómo la sopa química acumulada impregnó la tierra.
La asamblea funciona entonces como emergente organizado de una sociedad que conoce lo que sucede con la minería a cielo abierto.
En los primeros años de instalada La Alumbrera se podía observar en Andalgalá una población dividida entre antimineros y promineros. Hoy, lo dice Sergio Martínez, “la única asamblea que queda constituida es esta asamblea que pide que estas empresas se vayan y en la otra vereda, un grupo muy minoritario, pero muy minoritario, que es la Cámara de empresarios y proveedores mineros y los funcionarios que hacen algún dinero con esta actividad”.
En Chaquiago, la mañana comienza para los que llegan con un mate cocido que los espera y los bizcochos que traen. Los que han pasado la noche lo comparten sin apuro por irse. El trasfoguero aguanta un poco más y calienta la pava.
En todo el amplio horizonte circundante, tormentas de tierra reducen los cerros a contornos.
Siempre hay algo para resolver, así que todo el tiempo se exponen estrategias a seguir o se comentan las noticias que acercan incluso algunos trabajadores de Agua Rica.
Los que se sumaron recientemente a la Asamblea del algarrobo saben que sus opiniones tienen el mismo valor que las de aquellos que llevan años en esta lucha. Eso estimula el diálogo que se desarrolla en el tono que marca el entorno, las voces no superan el volumen de los pájaros.
Poco después de la siesta del martes 12 de enero, desde El Potrero un matrimonio con sus cuatro hijos caminó hasta el lugar de reunión. Vinieron a sumarse. Ante las manifestaciones de agradecimiento responden que no hay nada que agradecer, porque esta es también su lucha.
La vida a cielo abierto transcurre al amparo del árbol y esto es lo único a cielo abierto que los andalgalenses están dispuestos a respetar.
Daniel Giovannini – La Colectiva